viernes, 4 de diciembre de 2009

Por la boca muere el pez





Hoy me he levantado dándole vueltas, otra vez, a la importancia del diálogo terapéutico.

¿Realmente estamos preparados para utilizar la palabra como una parte más de nuestros tratamientos?
¿Tenemos la formación apropiada y adecuada para manejar las consecuencias de lo que sale de nuestra boca? ¿Dónde y cuándo la hemos recibido? ¿Quién nos la ha impartido? ¿La tenía él o ella?

¿Qué consecuencias pueden tener en nuestros pacientes lo que les decimos?

¿Somos terapeutas manuales o verbales?

Definitivamente, no me ha sido concedido el don de la palabra. Desde pequeño, era de los calladitos del grupo. No contaba bien los chistes. No hablaba alto. Habitualmente metía la pata cuando quería ser gracioso y mi cara se tornaba de un rojo intenso si hablaba en público, cuando todos los ojos se giraban hacia mí. Tiene sus ventajas: miro, observo, analizo, lo veo todo (salvo de lejos).

Con el tiempo, consigues (o no) superar estas cosas. Aprendes a tener una conversación, a hacerte oir (a veces incluso a hacerte escuchar). Aprendes a provocar risas y a ser ingenioso cuando toca. Incluso puedes ser el centro del universo para quien te escucha, y todo sin mostrar el más mínimo ápice de nerviosismo. Todo está bajo control.

Cuando nos ponemos la bata blanca somos dioses para el que está al otro lado. Todo lo que decimos puede tener importancia. Sin darnos cuenta podemos "sentenciar" para siempre la vida del paciente. Para bien o para mal.

¿Qué tengo, por qué me duele?
Tiene fibromialgia (o artrosis, o una hernia discal).
Eso suena muy mal. ¿Y tiene cura, doctor? ¿Qué me da para ello?
No tiene cura. Se podrá aliviar un poco, quizás un mucho, pero tendrá que aprender a vivir con ello.

¡¡¡Zas, en toda la boca!!! (sentenciado de por vida).

¿Controlamos las consecuencias de lo que decimos?

La palabra y el tacto son las herramientas más poderosas en el proceso curativo. Una inadecuada mezcla de ambas puede distorsionar totalmente el proceso. Confieren al terapeuta un poder muy grande. ¿Estamos entrenados en el diálogo terapéutico? ¿Conocemos las preguntas a usar? ¿Sabemos elegirlas? ¿Podemos interpretar las respuestas? Entramos aquí en el campo de la Psicología. Invadimos el terreno de otros. Por tanto, actuamos como psicólogos aficionados, es decir tomamos las decisiones basadas en nuestras propias creencias y experiencias y no en un análisis real, científico.

Nuestra intención es buena. ¿Justifica esto cualquier resultado? ¿Justifica un posible error?
No rechazo el proceso. Sólo recalco la importancia y necesidad de un continuo aprendizaje antes de lanzarse a la mar.

La fotografía es de Fernando.


 
Licencia de Creative Commons
Mano a Mano by fisioterapiamanoamano.blogspot.com is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.